martes, 4 de marzo de 2008

Pinguino de Magallanes

Spheniscus magallanicus

Ni bobo ni niño ni negro ni blanco sino vertical

y una inocencia interrogante vestida de noche y de nieve.


Ríe la madre al marinero, el pescador al austronauta,

pero no ríe el niño niño cuando mira al pájaro niño

y del océano en desorden inmaculado pasajero

emerge de luto nevado.



Fui yo sin duda el niño pájaro allá en los fríos archipiélagos:

cuando él me miró con sus ojos, con los viejos ojos del mar:

no eran brazos y no eran alas eran pequeños remos duros

los que llevaba en sus costados: tenía la edad de la sal,

la edad del agua en movimiento y miró desde su edad:

desde entonces sé que no existo, que soy un gusano en la arena.



Las razones de mi respeto se mantuvieron en la arena:

aquel pájaro religioso no necesitaba volar, no necesitaba cantar

y aunque su forma era visible sangraba sal su alma salvaje

como si hubieran cercenado una vena del mar amargo.



Pinguino, estático viajero, sacerdote lento del frío:

saludo tu sal vertical y envidio tu orgullo emplumado.


Arte de Pájaros (1966), Pablo Neruda.




Pelícano

Pelecanus thagus


Sentado en el mar el pelícano resuelve problemas profundos:
la capacidad del océano en su faena alimenticia,
la repiticion de las olas, la soledad de la ballena,
los sortilegios de la luna, las coordenadas del viento.

El tiempo cae por su cráneo de juez impasible del agua
y de su larga nariz resbala una gota de ola o de lluvia
como un dictamen transparente.
La marea mese su peso de nido o cuna abandonada
mientras mide los peces previos que como elásticas monedas
acumula en el monedero que le cuelga de la garganta.
Una tras otra llegarán congregaciones de sardinas,
de pálidos peces de otoño, suaves merluzas de Taitao,
fureles color de cuchillo y hasta su bolsa llegarán
fosfóreos moluscos, ventosas, satanizados calamares,
cefalópodos urticarios.

De pronto el avaro levanta su bolsa pesada de peces,
extiende dos alas de plomo, el férreo plumaje enarbola
y cruza en silencio el silencio como una nave religiosa.


Arte de Pájaros (1966), Pablo Neruda.






Gaviota Garuma

Larus modestus

La gaviota abrío con destreza,

con espuma, con estupor,

dos direcciones peregrinas,

y así se mantuvo en el cielo

con dos alas, dos claridades,

dos secretarias de la luz

hasta que volvó, sin embargo,

hacia el este y hacia el oeste,

hacia el norte y hacia la nieve,

hacia la luna y hacia el sol.



Arte de Pájaros (1966), Pablo Neruda.

Cormorán Guanay

Phalacrocorax bouganvilli

Crucificado en la roca, inmóvil cruz de pelo negro

se quedo allí terco y torcido. El sol cayó como un caballo

sobre las piedras de la costa: sus herraduras desataron

un millón de chispas furiosas, un millón de gotas de mar

y el crucificado volante no parpadeó sobre la cruz:

la ola se hinchaba y daba a luz: temblaba la piedra en el parto:

susurraba suave la espuma y alli como un negro ahorcado

seguía muerto el cormorán, seguia vivo el cormorán,

seguía vivo y muerto y cruz, con las rígidas alas negras

abiertas encima del agua: seguía como un garfio cruel

clavado a la sal de las rocas y de tantos golpes de cólera,

de tanto verde y fuego y furia, de los poderes reunidos

en el silbante litoral él parecía la amenaza:

él era la cruz y la horca: la noche clavada en la cruz,

la agonía de las tinieblas: pero de pronto huyó en el cielo,

volo como una flecha negra y subió cíclico volando

con su traje de nieve negra, con pausa de estrella o de nave.

Y sobre el desorden del mar -dentelladas de mar y frío-

voló voló voló voló su ecuación pura en el espacio.

Arte de Pájaros (1966), Pablo Neruda



lunes, 3 de marzo de 2008

Albatros Errante

Diomedea exulanus


En alta mar navega el viento dirigido por el albatros:

ésa es la nave del albatros: cruza, desciende, danza, sube,

se suspende en la luz oscura, toca las torres de la ola,

anida en la hirviente argamasa del desordenado elemento

mientras la sal lo condecora y silba la espuma frenética,

resbala volando el albatros con sus grandes alas de música

dejando sobre la tormenta un libro que sigue volando:

es el estatuto del viento.


Arte de Pájaros (1966), Pablo Neruda.