martes, 4 de marzo de 2008

Pinguino de Magallanes

Spheniscus magallanicus

Ni bobo ni niño ni negro ni blanco sino vertical

y una inocencia interrogante vestida de noche y de nieve.


Ríe la madre al marinero, el pescador al austronauta,

pero no ríe el niño niño cuando mira al pájaro niño

y del océano en desorden inmaculado pasajero

emerge de luto nevado.



Fui yo sin duda el niño pájaro allá en los fríos archipiélagos:

cuando él me miró con sus ojos, con los viejos ojos del mar:

no eran brazos y no eran alas eran pequeños remos duros

los que llevaba en sus costados: tenía la edad de la sal,

la edad del agua en movimiento y miró desde su edad:

desde entonces sé que no existo, que soy un gusano en la arena.



Las razones de mi respeto se mantuvieron en la arena:

aquel pájaro religioso no necesitaba volar, no necesitaba cantar

y aunque su forma era visible sangraba sal su alma salvaje

como si hubieran cercenado una vena del mar amargo.



Pinguino, estático viajero, sacerdote lento del frío:

saludo tu sal vertical y envidio tu orgullo emplumado.


Arte de Pájaros (1966), Pablo Neruda.




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