Spheniscus magallanicus
Ni bobo ni niño ni negro ni blanco sino vertical
y una inocencia interrogante vestida de noche y de nieve.
Ríe la madre al marinero, el pescador al austronauta,
pero no ríe el niño niño cuando mira al pájaro niño
y del océano en desorden inmaculado pasajero
emerge de luto nevado.
Fui yo sin duda el niño pájaro allá en los fríos archipiélagos:
cuando él me miró con sus ojos, con los viejos ojos del mar:
no eran brazos y no eran alas eran pequeños remos duros
los que llevaba en sus costados: tenía la edad de la sal,
la edad del agua en movimiento y miró desde su edad:
desde entonces sé que no existo, que soy un gusano en la arena.
Las razones de mi respeto se mantuvieron en la arena:
aquel pájaro religioso no necesitaba volar, no necesitaba cantar
y aunque su forma era visible sangraba sal su alma salvaje
como si hubieran cercenado una vena del mar amargo.
Pinguino, estático viajero, sacerdote lento del frío:
saludo tu sal vertical y envidio tu orgullo emplumado.
Arte de Pájaros (1966), Pablo Neruda.